24 de noviembre de 2010

Relato erótico envíado por Anónimo: Masturbación en el Ring

Cada noche al acostarme no puedo dejar de pensar en tener un orgasmo, me persigue hasta que me masturbo.

Dentro de mi comienza a surgir un escenario, no siempre es el mismo, cada día con un chico o una chica, ambos, una orgía, cualquier cosa que me excite hasta no poder parar de retorcerme en mi cama.

Una idea viene otra se va, pero casi siempre me gusta verme forzada, con mis piernas sujetas, atadas, o con muchas manos sujetando que no las pueda juntar.

Ayer sin más estaba con unas amigas viendo boxeo, unas chicas se peleaban, entre golpes y puñetazos, sintiendo a la gente chillar…

Mi mente voló al ring, yo no estaba precisamente peleando, varias manos me zalandeaban de un lugar a otro, me ponían un pañuelo tapándome los ojos, tan solo podía sentir sus manos y el público chillando con más gancho que antes, les gustaba lo que veían y pedían más y más.

Unas manos muy fuertes me sujetaban por el cuello, pasando una lengua por mi cara, por detrás de mis orejas al tiempo que me decía - te voy a comer entera-.

Era un hombre, debía de ser musculoso, por su tono y por su fortaleza, me gustaba verlo a mi manera, llevaba unas mallas azul claro, muy ajustadas y brillantes, una botas altas con dibujos de fuego y su pelo negro muy corto, sin embargo en su conjunto, su rostro… Era un hombre con unos labios suaves, una lengua sugerente, sus dedos fuertes pero tiernos al tocarme, aún con su rudeza.

También estaba una chica, creo que era la que peleaba, no conseguí poder saberlo, pero me besó, yo estaba tumbada en el suelo, mis manos sujetas por el hombre y ella sobre mí, su pelo largo caía sobre mi pecho, acariciándome, olía a limón y canela, muy dulce y ácida a la vez, me gusta olerla y poder saborear su saliva ya mezclada con la mía.
Siento que me arrastran por el rign, supongo que es el hombre, parezco un pequeño conejo en sus garras, me sujetan en la esquina, atadas mis muñecas a las cuerdas del cuadrilátero, me siento muy excitada…

Arrancan mi poca ropa, ahora es la chica, siento de nuevo su aroma y sus afiladas unas rasgando la tela, rozando suavemente con la punta mi piel haciéndome estremecer y retorcerme, estoy incluso mojada.
Ahora nadie dice nada, el tiempo parece haberse parado, no se oye al público, ni a mis amigas…

Mis piernas se separan brutamente, noto las manos firmes y gruesas en mis tobillos, dejando mi sexo al descubierto, tan solo lo cubre un fino aliento que proviene de la boca de la ardiente chica.

Comienza separándome mis labios con sus dedos, de nuevo puedo asegurar que es la misma persona, sus uñas son inconfundibles, las noto contra mí firmes sin dañarme pero a la vez incrustadas en mí, con fuerza, como dejándome claro que haría conmigo lo que ella desease.

Con sus dientes me mordisqueó el clítoris, por instante temí que me lo arrancaría, pero tan solo lo mantuvo un instante para luego pasarle rápidamente la lengua una y otra vez, arriba y abajo.

Mi cuerpo no podía dejar de convulsionarse, no podía soportar la tensión, el placer era tan fuerte que comencé a gritar, no quería que parase, estaba ya a punto de correrme, era fascinante, una sensación inolvidable.

La mujer de pronto se alejó, ni su lengua, ni sus manos, también dejé de sentir como me sujetaban los pies.

Durante unos instantes que se me hicieron eternos me sentí sola, me creí allí abandonada, atada al cuadrilátero.

No sentí nada, tan solo de nuevo la canela a mi lado, mis pechos apretados entre sus manos, su lengua ahora en mis pezones, estaba encantada, que tensión, como supo tenerme a su espera sin perder mi humedad, estando incluso más caliente.

Entre estos pensamientos noté como me agarraban con firmeza por mi culo, me levantaban hacia arriba, la chica no paraba con mis senos, una boca se incrustaba en mi coño, parecía conocerlo a la perfección, encajado, la lengua justo en mi clítoris, aún grande por el placer recibido, fue tal el placer que aquel conjunto de placeres que me estaban dando que bramé, mi alarido se oyó más allá del polideportivo, estaba corriéndome, deseaba que me dejase descansar un poco, no podía con tanto gusto junto, pero nadie parecía saber lo que yo quería, lo gritaba una y otra vez -dejadme, dejadme!!!- sin embargo aquella lengua parecía tener vida propia, seguía muy erguida, contra mi sexo, aún lado y a otro, no paraba, sentí como me desvanecía, no pude soportarlo más, lo último que puedo recordar es que de mi sexo salía mucho líquido, la corrida más grande que he tenido, no se si me había orinado, no se…

De pronto me desperté, mi cama estaba empapada…

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